Perplejidades de fin de siglo by Mario Benedetti

Perplejidades de fin de siglo by Mario Benedetti

autor:Mario Benedetti
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencias sociales
publicado: 1993-01-01T00:00:00+00:00


No hay indulto para el desprecio

Cuando parecía que el miedo se estaba quedando sin siglo, el siglo agonizante se llenó de miedos. Si el Golfo Pérsico nos recordó lo que ya sabíamos y no nos atrevíamos a admitir (que el petróleo importa mucho más que el ser humano), en Argentina el presidente Menem conmovió al mundo con su salto mortal. Y no cayó de pie, como los profesionales del alambre, sino de rodillas. Fanático de todos los deportes, y en especial del fútbol, el primer mandatario se hizo el autogol más espectacular de su zigzagueante carrera política.

Ya es bastante dramático que en un solo país se propugne una perversión de la justicia, pero más grave es que casi un continente sea invadido por lo injusto. Debe reconocerse que los Videla, Viola, Suárez Mason, Massera, Camps, no están solos; en realidad, gozan de la compañía de Pinochet, de Stroessner y otros de menor renombre internacional, como Gavazzo y Cordero. Si lo de Argentina duele más, es porque fue el único país que, al recuperar la democracia (tal vez como forzada consecuencia del Nunca Más propuesto por el dignísimo y corajudo Informe Sabato), procesó y condenó a los máximos responsables de la tortura y el genocidio organizados. Por cierto que eso no ocurrió en Brasil ni en Uruguay ni en Paraguay ni en Chile. Sólo en Argentina, pero la piedad presidencial eliminó de un plumazo esa honrosa ventaja.

También es cierto que la represión argentina (la famosa «guerra sucia») fue la más cruel, la más inhumana, la más sádica. Quizá valga la pena recordar que entre los recientes indultados figuran el ex almirante Emilio Massera, responsable de que helicópteros arrojaran los cuerpos de las víctimas sobre el océano Atlántico, y también Ramón Camps, alguien que se ha jactado y responsabilizado de cinco mil tumbas «NN». Este directo, impúdico legatario de Herodes también organizó el secuestro y la desaparición de centenares de niños, más tarde adjudicados (al menos, los sobrevivientes) a parejas del exterior o a otros militares argentinos.

La apuesta a la pacificación nacional que, con este oprobio, Menem pretende articular, no tiene sentido. Pocas veces se ha recordado, con tanta acritud, en la Argentina y en el mundo, la inicua biografía de los indultados. La semana anterior, el general (R) Domínguez, fiscal militar, calificó de «perdón sin honra» el concedido a los golpistas de 1976, que luego «violaron la ley, aplicaron métodos indebidos y corrompieron al Ejército». Durante su gobierno, el ex presidente Raúl Alfonsín creó, como explicación de sus propios (y más discretos) perdones, la figura de la «obediencia debida», pero ¿a quién diablos debían obediencia los jefazos ahora agraciados? Lo del «perdón sin honra» parece, después de todo, una denominación puntual; por algo al general (R) Domínguez le costó la cesantía.

Los ex jefes indultados no ignoran que la sociedad argentina se estremeció con la electrizante noticia de su libertad. El odio adormecido volvió a echar chispas. Pero los perdonados tal vez se inspiren en un verso del poeta latino Lucio Accio (170-90 a.



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